Hace muchos años, en plena carrera espacial, Estados Unidos (EEUU) y la Unión Soviética (URSS) se esforzaban por ser los primeros en llegar a la luna. La vanidad, el reconocimiento mundial, el prestigio científico y el presupuesto de la NASA y su equivalente ruso estaban en juego. La tecnología era, por supuesto, la clave.
Tecnología y desarrollo al servicio de cada problema, de cada detalle, de cada situación que, con seguridad, se iba a presentar o que imprevistamente podía llegar a presentarse; sobre todo de cara a los efectos de la ausencia de gravedad y a los demás factores de la vida en el espacio.
La experiencia conlleva dos grandes pasos, comunes a todo exploración científica: primero, hacerlo posible y, segundo, registrarlo todo. Dado que la informática no contaba todavía con microchips, era esencial que los astronautas realizaran registros exactos en vivo y por escrito de cada vivencia, situación, problema o descubrimiento. Esto condujo a un problema tan menor en apariencia, que nadie había pensado en él antes de lanzarse al proyecto: sin gravedad, la tinta de los bolígrafos no corre.
Este pequeño punto pareció ser crucial en aquellos tiempos. El grupo que consiguiera solucionar esta dificultad ganaría, al parecer, la carrera espacial. Nunca antes en la historia del mudo, la caligrafía había sido tan importante.
“Tres son los grandes problemas del hombre: la naturaleza de complicar todo innecesariamente, creando nuevos problemas, el absurdo afán de asumir problemas ajenos, y la estupidez de evitar los problemas reales”
-Rafael Hernampérez-
El gobierno de EEUU invirtió millones de dólares en financiar a un grupo de científicos para pensar exclusivamente en este punto. Y, al cabo de unos meses de tarea incansable, los inventores presentaron un proyecto ultra secreto. Se trataba de un bolígrafo que contenía un mecanismo de mini bombeo que desafiaba a las fuerzas de la gravedad.
Este pequeño invento permitió, después de destrabar el primer viaje a la luna, que toda una generación de jóvenes pudiera escribir mensajes obscenos en los techos de sus aulas y en los baños de todo el mundo.
EEUU, en efecto, llego primero a la luna pero no fue porque los rusos no hubieran podido resolver el tema de la tinta. En la URSS habían solucionado el problema apenas unas horas después de darse cuenta de la dificultad planteada por la ausencia de gravedad…..Los científicos rusos simplemente renunciaron a los bolígrafos y decidieron reemplazarlos por lápices.
Esta historia nos viene a decir que sin complicarnos, pero sin perder de vista nuestro objetivo, tenemos que enfrentarnos al desafío de confrontar los problemas sin enmarañarnos la vida.
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